Adrián Ruíz
Nido criminal. Lo ocurrido en el “prostíbulo” -no es bar, ni centro nocturno- Pinochos, no es nada nuevo. El dueño Eduardo N “Lalo”, regentea mujeres, vende autos robados. Y sobre todo permite al interior el comercio de todo tipo de “mercancía”.
La muerte de 6 -no 4- individuos -delincuentes-, no fue otra cosa que un ajuste de cuentas. Fueron ejecutados por elementos de lo que resta del grupo criminal de los Zetas. Los tenían en la mira hace semanas. Sabían que acudían a divertirse al Pinochos. Una de las víctimas era “amigo” de Lalo -propietario-.
La gota que derramó el vaso para que se ordenará la muerte de este grupo delictivo, ocurrió el martes de la semana pasada. Por cuarta ocasión, no cumplieron con una “entrega”. Y cobraron por el “trabajo”.
En las tres anteriores operaciones, fueron avisados que si volvían a pasarse de listos, habría consecuencias. Ignoraron los mensajes. La semana pasada lo volvieron a hacer y la madrugada del viernes lo pagaron con sus vidas.
Por espacio de 6 horas disfrutaron de los placeres que brinda el Pinochos. Desde las 23 horas del jueves y, hasta las 5 horas del viernes, se divirtieron.
Justo a esa hora irrumpieron de manera violenta 5 hombres con armas largas. Se dirigieron a la mesa -a un costado de la barra- dónde estaban las víctimas, para dispararles. A pesar de estar armados no tuvieron tiempo de defenderse.
Antes una de las sexoservidoras, recibió un culatazo en la cabeza, porque al ver al comando armado, la histeria se apoderó de ella y no dejaba de gritar. Uno de los delincuentes consiguió correr para alcanzar la calle, pero los que esperaban afuera lo reconocieron y lo mataron.
En el interior del lugar, los ejecutores recorrieron todas las mesas y la pista de la variedad. Apuntando las armas a los presentes, les gritaban: ¿Dónde está el gordo. Digan dónde está el gordo?. Nadie entendía a quien se referían. Pero es claro que buscaban a alguien con el alias del “gordo”.
De inmediato salieron para darse a la fuga. Seguidos de los clientes que estaban tirados en el piso boca abajo y sentados en las mesas.
La agresión a la patrulla y policías que se encontraban afuera -mentira que andaban de operativo- del Pinochos. Fue porque montaron guardia de seguridad a los delincuentes ultimados. Siempre que acudían -por lo menos una vez a la semana-, les brindaban “protección”. Los Zetas lo sabían y los madrugaron.
Para los uniformados era negocio redondo. Al mismo tiempo de ganar por su labor de “guaruras”. Obtenían otros ingresos con la “extorsión” a los clientes ebrios por conducir sus vehículos en estado inconveniente.
Los delincuentes asesinados, eran individuos provenientes de Tehuacán, Amozoc y Huixcolotla. La mata del huachicol, robo de combustible y narcotráfico, principalmente. Se trató de un ajuste de cuentas.
El Pinochos, como refugio de la delincuencia organizada, se remonta antes de 2015. Cuando funcionaba sobre la avenida Porfirio Díaz de la colonia Joaquín Colombres.
En 2018 los delincuentes lo incendiaron con bombas Molotov. Eso motivo su traslado a la carretera Tehuacán. Ahí el 3 de enero de este año, mataron a una mujer. Y el pasado viernes la mortal balacera.
Siempre ha funcionado hasta las 7 de la mañana con la complacencia y protección de las autoridades.
¡Tugurio con licencia!
Reporte del Informante
Aventura peligrosa. Una tercia de amigos de La Entrega, vivió la balacera dentro del antro Pinochos la noche-madrugada del jueves y viernes pasados. Otros dos salieron -a las 3 horas del viernes- antes de los hechos.
El viernes en la tarde nos reunimos en el club dónde acostumbramos jugar carambola y dominó. Los cinco Toño, Chava, Javier, Jorge y Noé, al filo de las 23:30 horas, acordaron seguirla en el Pinochos.
Noé y Toño no querían ir. Al final los convencieron y llegaron al antro en dos vehículos. Toño, convivió un rato en la mesa. Luego platicó una hora con el dueño “Lalo”. Y junto con Jorge decidieron retirarse.
Los guaruras del lugar los acompañaron hasta la camioneta de Toño, para evitar la extorsión de los policías. Se quedaron Javier, Chava y Noé.
Mientras consumían la botella pedida. Noé, relató a La Entrega, que escuchó disparos afuera del lugar. Chava, había entrado a un servicio “privado”. En cuestión de segundos, vio a los cinco individuos armados que se dirigieron a la mesa de los delincuentes y les dispararon.
Minutos antes se suscitó un pleito entre sexoservidoras por el cobro de sus comisiones. Pero eso es algo rutinario por lo que no se alarmaron.
Luego sólo tuvo tiempo de tirarse al piso junto con Javier y encomendarse a la gracia divina. En medio la oscuridad, vio las luces que salían de las armas largas de los ejecutores.
Los peores momentos fueron cuando uno de los homicidas, apuntándoles les preguntó ¿Dónde está el gordo?. Y como Noé es de complexión obesa pensó que lo matarían. Por fortuna -para él- le vieron el rostro y todo quedó en susto.
También temían por Chava y pedían que no saliera del “privado” porque es aún más gordo y lo podían confundir. Apenas abandonaron el tugurio los agresores, los tres se dirigieron a la camioneta de Chava. En el trayecto, Noé observó a dos hombres en un charco de sangre.
El vehículo lo dejó a la entrada del Pinochos. Los delincuentes rafaguearon la camioneta y la llenaron de plomo en las puertas, rompieron el medallón y el parabrisas. Las sirenas de las patrullas policíacas, anunciaban su llegada.
Chava se negaba a subir a la camioneta por los daños a sub unidad. Por consejo de Noé -que es abogado-, le dijo que se fueran lo más pronto posible, porque de lo contrario su unidad sería consignada y llevada al corralón. Y es sabido cómo se las gasta la Fiscalía para regresar los automóviles -$$$-.
Los amigos del club al enterarnos de lo sucedido y a sabiendas que los cinco habían ido al Pinochos. Los buscamos vía telefónica y contestaron hasta la tarde-noche del viernes, porque dormían la mona y se quedaron sin pila en el celular.
¡Susto de sus vidas!
ruizdur@hotmail.com
