Adrián Ruíz
Tomada de pelo. Los dos fuegos que amenazaron con propagarse en el Tribunal Superior de Justicia -TSJ- fueron sofocados a través de la conexión de la Secretaría de Gobernación. Ambos tratados de manera diferente. Y solucionados antes de que salieran de control.
Los asuntos espinosos fueron: la protesta de la base trabajadora del Poder Judicial, por las pésimas condiciones laborales -que seguirán-. Y los miserables sueldos 4 mil 900 pesos mensuales, pasarán a percibir 6 mil 900 pesos. Y el segundo tema lo pusieron sobre la mesa -Consejo de la Judicatura- los magistrados y jueces pensionados y jubilados.
Las exigencias de jueces y magistrados, tuvieron una connotación diferente. Se trata de gente experimentada en el manejo de la impartición de justicia. Conocen a detalle el teje y maneje de la corrupción a la alta escuela que se práctica en el TSJ. Pero sobre todo tienen voz de altos decibeles.
Amagaron con interponer un amparo que firmarían mañana -miércoles- para exigir las peticiones que por ley les corresponden. Y no son otras que las referentes a recursos económicos. Antes de que el asunto trascendiera, fueron atendidos y la acción legal quedó en compás de espera.
Y es que hay de protesta a exigencias. No es lo mismo Chana que Juana. Un escándalo de jueces y magistrados contra la Judicatura y Carlos Palafox, sería como su destitución. Con todo y el respaldo de Gobernación.
En contraste los empleados basificados, están desprotegidos a merced de Carlos Palafox. Sin el mayor esfuerzo los sometió con un aumento salarial de risa: 2 mil pesos mensuales. Y una gratificación -limosna- de 6 mil pesos a entregar en una sola ocasión.
El complemento del risible gancho fue el ofrecimiento del aumento retroactivo al mes de enero del año en curso. Es decir cada uno de los 377 trabajadores beneficiados por el “aumento” sin precedentes en el TSJ, recibirá la paupérrima suma de 10 pesotes.
Sin duda “alguien” vendió el movimiento de amenaza de huelga. La plantilla de empleados estaban dispuestos a sostener su batalla hasta lograr condiciones dignas para laborar. Las migajas que les tiraron al piso nadie las aceptaría. Las presiones de dejarlos sin empleo, surtieron efecto.
A Carlos Palafox y la Judicatura, les es más barato correrlos y liquidarlos, que aumentarles los ingresos. Es más conveniente pagar a su gente -recién ingresados- salarios de 45 mil pesos que beneficiar a la gente trabajadora.
El incondicional apoyo prometido a los trabajadores de parte de magistrados como: Jared Albino Soriano, José Montiel -Consejero Jurídico con Moreno Valle- y Martínez Ayozo, entre otros se convirtió en “consejos” sanos de aceptar lo ofrecido por Carlos Palafox.
¡Varas diferentes!
Reporte del Informante
Falto de palabra. La esencia de panista “fifí” del edil capitalino Eduardo Rivera Pérez, no la puede ocultar a pesar de los falsos intentos. Lejos está de cargarse al lado de la clase humilde y trabajadora. Aparenta públicamente hacerlo por que le conviene. En la práctica atenta contra quienes no pertenecen a su estatus.
Es bueno que poblanas y poblanos vean la cara real de un farsante por naturaleza. Tan bueno que el daño que hace se le revertirá en el mediano plazo. Rivera Pérez, no es más que un gobernante tan falso como una moneda de 15 pesos.
Ante la opinión pública se quita el antifaz de la mentira. Esboza una sonrisa de funcionario identificado con la clase necesitada. Tan pronto se da la vuelta de las colonias populares -a las que acude obligado-, empuña el cuchillo para asestar la puñalada trapera.
Cómo todo se le resbala al alcalde, nada le importó mandar al olvido las promesas que hizo a la gente que lo apoyo para que repitiera en el municipio poblano. Como la que prometió a los voceadores de no retirar sus casetas de venta de periódicos y revistas para que no se quedaran sin empleo.
Les mintió como suele hacerlo quien carece de palabra: Eduardo Rivera Pérez. Un grupo de afectados protestó con razón ante el engaño. El edil sin respeto a su promesa, rompió el pacto que hizo de evitar el desmantelamiento y reubicación de las estructuras del Centro Histórico.
Nada extraño es el comportamiento de Eduardo Rivera. Acostumbra engañar. La mentira es su sistema. Gusta “golpetear” para de inmediato asumir el rol de víctima.
Aprovecha que la ciudadanía le cree las buenas intenciones para el mejoramiento de la vida en la capital. Pocos se percatan que hay muy poco por hacer. Y lo que realmente se necesita -seguridad, empleo, combate a la pobreza etcétera-, lo deja en falsas promesas.
Así es Eduardo Rivera. Es la clase de gobernante que merecemos por la equivocación de elegirlo.
¡Panista mentiroso!
ruizdur@hotmail.com
Notorias diferencias
RELATED ARTICLES